Se quedó sin aroma la Rosa cuando la trasplantaron de su amado suelo para ponerla en su vasija de cristal, era bella la vasija, fina, escogida para ella, pero extrañaba sus raíces...
Lentamente comenzó a marchitarse, no le bastaron los besos, se enfermó de nostalgia, no importó cuanto la amaran, al final, se deshojó lentamente en brazos de su médico, cubierta de lágrimas y desangrada por el frío metal del cuchillo que abrazó sus muñecas como brillantes brazaletes, dejado fluir, la escarlata savia de sus venas.
Microcuento, aporte de: Carolina González Velásquez
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