Dicen que una hermosa mañana de verano, sentada frente al mar estaba la felicidad conversando con su nuevo amigo el señor sabiduría, quien le hablaba de las maravillas del universo mientras tomaban desayuno y disfrutaban de su amistad.
No se sabe como de pronto el señor sabiduría habló de las imperfecciones de la señora felicidad, quien sintió en su corazón una palpitación diferente y quiso llorar. En ese momento llegó en su auxilio un murmullo conocido que la tranquilizó, diciéndole que existe un ser superior al señor sabiduría, que espere su justo juicio, el juicio del Creador, fueron las palabras de las olas del mar quienes la miraban con sus grandes ojos color del cielo recordándole que ellas la conocían mejor a ella que el señor sabiduría.
La felicidad rápidamente dejó la mesa en donde sin ser invitada se había sentado la tristeza, quien sonreía con una mueca siniestra esperando ver llorar a la señora felicidad, mientras tanto el señor sabiduría se marchaba para siempre del lado de su amiga la felicidad, teniendo la caballerosidad de ofrecer sus sinceras disculpas, así como llegó, así se marchó, sin dejar huellas en el corazón de la señora felicidad.
Ahora a solas la felicidad con la tristeza quien nunca será su amiga, respiró profundo, abrió la puerta de su hogar frente al mar, miró a sus amigas, las eternas olas que la saludaban de la playa y la invitaban a jugar con ellas como era habitual, entonces alzó sus ojos al cielo disfrutando del hermoso paisaje que contemplaba y agradeció al Creador, por ser él y solo él quien la juzgaría y su cara recuperó su sonrisa habitual. De pronto recordó a la desagradable tristeza quien todavía estaba sentada en la mesa a la cual nunca había sido invitada, pero ahora ya no tenía esa mueca de triunfo, no, se veía asustada.
La felicidad habiendo recuperado su sonrisa habitual, se sintió fuerte, llena de energías positivas, lista para seguir luchando en este mundo lleno de problemas, entró a su hogar dejando la puerta abierta, miró a la desagradable tristeza, se sintió fuerte, feliz y poniendo sus delicadas manos en su cintura, sonrió y le dijo a la tristeza: tu nunca serás mi amiga, deja mi mesa ordenada tal como la encontraste, recoge esas escasas migajas de triunfo que acumulaste y ándate de aquí, tu no tienes espacio en mi tranquilo y dulce hogar, vamos, camina rápido…ah… y no te olvides de cerrar la puerta.
La tristeza se marchó, el corazón de la señora felicidad palpitó con fuerzas y dijo: no debí haber dejado marchar a mi buen amigo el señor sabiduría, solo fue un mal entendido lo que sucedió en mi corazón, no importa, llamaré a mi otro buen amigo el señor viento y le mandaré el mensaje de mi eterna amistad, se que él me entenderá, por algo es quien es, es sabio, como lo dice su nombre.
Y cuenta la historia que desde entonces y para siempre, cada mañana siguieron desayunando juntos y conversando de muchas cosas allí en esa linda casa frente al mar, pero no estaban solos, estaban bajo la atenta mirada del Creador quien desde su trono celestial les dio su bendición, afuera en la playa, las olas bailaban en las deliciosas aguas del mar.
No se sabe como de pronto el señor sabiduría habló de las imperfecciones de la señora felicidad, quien sintió en su corazón una palpitación diferente y quiso llorar. En ese momento llegó en su auxilio un murmullo conocido que la tranquilizó, diciéndole que existe un ser superior al señor sabiduría, que espere su justo juicio, el juicio del Creador, fueron las palabras de las olas del mar quienes la miraban con sus grandes ojos color del cielo recordándole que ellas la conocían mejor a ella que el señor sabiduría.
La felicidad rápidamente dejó la mesa en donde sin ser invitada se había sentado la tristeza, quien sonreía con una mueca siniestra esperando ver llorar a la señora felicidad, mientras tanto el señor sabiduría se marchaba para siempre del lado de su amiga la felicidad, teniendo la caballerosidad de ofrecer sus sinceras disculpas, así como llegó, así se marchó, sin dejar huellas en el corazón de la señora felicidad.
Ahora a solas la felicidad con la tristeza quien nunca será su amiga, respiró profundo, abrió la puerta de su hogar frente al mar, miró a sus amigas, las eternas olas que la saludaban de la playa y la invitaban a jugar con ellas como era habitual, entonces alzó sus ojos al cielo disfrutando del hermoso paisaje que contemplaba y agradeció al Creador, por ser él y solo él quien la juzgaría y su cara recuperó su sonrisa habitual. De pronto recordó a la desagradable tristeza quien todavía estaba sentada en la mesa a la cual nunca había sido invitada, pero ahora ya no tenía esa mueca de triunfo, no, se veía asustada.
La felicidad habiendo recuperado su sonrisa habitual, se sintió fuerte, llena de energías positivas, lista para seguir luchando en este mundo lleno de problemas, entró a su hogar dejando la puerta abierta, miró a la desagradable tristeza, se sintió fuerte, feliz y poniendo sus delicadas manos en su cintura, sonrió y le dijo a la tristeza: tu nunca serás mi amiga, deja mi mesa ordenada tal como la encontraste, recoge esas escasas migajas de triunfo que acumulaste y ándate de aquí, tu no tienes espacio en mi tranquilo y dulce hogar, vamos, camina rápido…ah… y no te olvides de cerrar la puerta.
La tristeza se marchó, el corazón de la señora felicidad palpitó con fuerzas y dijo: no debí haber dejado marchar a mi buen amigo el señor sabiduría, solo fue un mal entendido lo que sucedió en mi corazón, no importa, llamaré a mi otro buen amigo el señor viento y le mandaré el mensaje de mi eterna amistad, se que él me entenderá, por algo es quien es, es sabio, como lo dice su nombre.
Y cuenta la historia que desde entonces y para siempre, cada mañana siguieron desayunando juntos y conversando de muchas cosas allí en esa linda casa frente al mar, pero no estaban solos, estaban bajo la atenta mirada del Creador quien desde su trono celestial les dio su bendición, afuera en la playa, las olas bailaban en las deliciosas aguas del mar.
Agradezco a Elisa su aporte desde la lejana India
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